sábado, 22 de diciembre de 2018

Feliz estadía en el cielo, Mamá


Si hay un ser que significa tanto para Jorgito y para mí, sos vos, Mamá.
Nos diste la vida y también el aprendizaje de tantas cosas…
Estuviste presente en cada día de nuestra infancia y adolescencia, guiándonos casi obsesivamente (como era tu manera de ser) a Jorgito y a mí, para que en nuestra adultez lográramos la meta que nos hiciera felices.
Estabas atenta a cada detalle de nuestra vida… Sacabas cada piedra de nuestro camino por temor a que nos fuésemos a caer… aun así, cuando caíamos, nos ayudabas a levantar y curabas las heridas...
Nunca nos faltó la tarea de la escuela. Si no podíamos asistir, te las ingeniabas para conseguirla. Más de un año viviendo en Finlandia hizo que enviaras cartas para enterarte qué debíamos aprender. Y con un empeño incesante, todos los días nos enseñabas, sin ser maestra, incluso sin haber terminado la secundaria porque a los 15 años debiste ir a trabajar.
En forma incondicional siempre estuviste presente. No querías permitirte no estar… Esa era tu manera de ser.
No fueron fáciles los últimos años de tu vida: La enfermedad de papá que lo sacudió a él y te sacudió a vos, las injustas dificultades económicas que no debieron estar porque papá trabajó más de 42 años sin ver en vida su merecida jubilación, tu deterioro progresivo, físico y emocional que se fueron agravando y que en los últimos tiempos no te dejaban ver el camino...
Las patologías cardíacas y la neumonía se apoderaron de tu cuerpo, y no fue casual. Cuando habían fallecido tus padres, cada uno tuvo una de esas dos patologías. Y al elegirlas, se notaba que ya estabas necesitando partir…
Más de una vez te preguntabas por qué no te habías ido junto con papá… Es que no era el tiempo, evidentemente. Aún debías (y nosotros debíamos) aprender varias cosas. Grandes sacudidas físicas y emocionales te esperaban (y nos esperaban) para seguir creciendo.
Tu energía, tus ganas de vivir, tus proyectos… todo se fue apagando. Sabías que ya no era este plano el que te movilizaba a estar viva. Allá por noviembre, cuando por primera vez estuviste internada, unos días en coma hicieron que tu cuerpo no se movilizara. Y yo te hablé mucho al oído. Sin moverte sé que me escuchabas. Y cuando te pregunté si tenías miedo, tu cabecita se movió afirmativamente. Tenías miedo a volar hacia el Cielo… miedo a no saber de qué se trataba ese pasaje hacia ¨el otro lado¨
Volviste a estar internada hace unas semanas atrás, con una neumonía que te sacudió ese cuerpo que ya estaba débil. Y te recuperaste… y saliste del hospital… pero no fue por mucho tiempo… una recaída te hizo volver… y tu vitalidad se siguió apagando.
Pude percibir cada una de las emociones que ibas sintiendo, me llegaban por esa conexión que siempre tuvimos… Al desmejorarte, cada dolor que te hacía bajar escalones, también me llegaba y me sacudía.
Tus últimos días fueron muy agotadores para tu cuerpo debilitado. Ya nada detenía tu intención de irte.
Percibí una imagen de papá con una sonrisa tan hermosa, y con una paz tan luminosa, abriendo sus brazos para recibirte… pero aún vos, mamá, estabas muy confundida, sin saber qué hacer. Había llegado tu momento de partir, aunque tus dudas y tus miedos no te ayudaban a emprender el viaje. Entonces te alenté a ir con papá, vi que él estaba lleno de paz, esperándote, y porque él sabía que ya había llegado el momento. Y así fue, tus latidos se detuvieron…
Siempre fuiste muy detallista con las fechas, y no fue casual que hayas elegido el 20 de Octubre para tu partida. El 20 era el cumpleaños de papá, y justamente él fue quien te estaba llamando. Te animaste a partir, pero aún en ese momento yo te percibía un poco confundida. El 21 de Octubre, Día de la Madre (en Argentina) despidiéndome de vos en el velatorio, te dije ¨Feliz Día, Mamá, el mejor regalo que tenés es haberte animado a abandonar el cuerpo que tanto te agotaba¨
Un rato más tarde, sentí una experiencia tan maravillosa: cuando el cajón que envolvía tu cuerpo estuvo junto al de papá, tu alma estalló de paz y felicidad. ¡¡¡La sentí, muy dentro mío!!! Y empezaste a ¨vivir¨ otra vez. Te ¨escuché¨ decir ¨Bueno, ahora vamos a hacer…¨ Y surgían en vos proyectos que daban luz a tu nueva etapa. Mientras tanto, Papá te miraba, sonriendo…
Mamá, te extraño ¡y mucho! Extraño las salidas para verte comer en algún restaurante los ravioles de verdura con bolognesa, los tiramisú del shopping que te encantaban, los capuccinos con crema, los helados (siempre de granizado), tus crucigramas del Quijote que comprabas a raudales, las pastillas DRF de menta o anís… y las charlas eternas…
Claro que te extraño y te lloro. Aún no puedo creer que ya no podamos compartir tantas cosas… Pero seríamos tremendamente egoístas si quisiéramos retenerte en este plano.
Amar significa ayudar a que cada ser pueda seguir su propio camino, aunque ya no estemos (físicamente) compartiéndolo.
Tus recuerdos y tus grandes enseñanzas siempre estarán atesoradas en Jorgito y en mí.
Feliz estadía en el cielo, Mamá.
Stella Maris


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