En el sendero de la vida nos hemos encontrado a veces con situaciones dolorosas que no supimos cómo manejar.
En ese momento solicitamos desde nuestro corazón a todas las personas conocidas (y no conocidas) que nos ayuden a ¨pedirle a Dios¨ que Él resuelva esa situación. Pareciera que Dios está distraído mirando para otro lado, o que está ocupado (claro, obvio) con tanta gente para ayudar, que probablemente Él no haya notado nuestra situación dolorosa.
Habría que analizar tal tema, a fin de tomar consciencia de nuestros pedidos...
En primer lugar, Dios es omnipresente, está en todas partes... también (obviamente) está en nuestro corazón... y como Él está en nosotros, sería imposible que nosotros (que somos chispas divinas procedentes de Él) no estemos en Él.
Segunda cuestión, que la mayoría de la gente no recuerda o literalmente desconoce: Nuestras almas, antes de encarnar en este cuerpo y de venir a este plano, hicieron acuerdos. Planificamos experiencias a vivir y elegimos con quiénes nos relacionaríamos... Elegimos cada situación que nuestro Ser debía atravesar a fin de aprender o de recordar nuestra esencia...
Elegimos...
Nuestra Alma eligió...
Y allí llega toda la avalancha de preguntas lógicas... ¿Cómo puede mi alma haber elegido tal cosa...? ¡Es imposible! Y... sí... desde nuestra óptica terrenal, en la que las experiencias en 3° dimensión se nos manifiestan desde la dualidad, es lógico que no las podamos entender como parte de nuestra elección...
Si estamos inmersos en la experiencia dolorosa, se nos va a hacer imposible entender por qué nuestra alma necesitó atravesarla...
Si fuéramos capaces de elevar nuestra consciencia para percibir cada experiencia desde lo que nos falta integrar en nuestro Ser, seguramente entenderíamos por qué nuestra alma la eligió...
No está mal ¨pedir¨ a Dios... pero, en todo caso, podríamos mejorar nuestro pedido... solicitando a Dios que nos permita ¨recordar¨ por qué necesitamos elegir tal situación, o comprender qué es lo que tenemos que aprender...
Pero si estamos tan pendientes de que la respuesta venga desde afuera, no seremos capaces de escuchar la voz que nos alumbra el alma desde nuestro interior... esa voz que nos conecta con la Fuente...
Miramos para afuera rogando un resultado... cuando desde ¨adentro¨ nos hemos propuesto ese reto para alcanzar una maravillosa meta...
Cuando pidamos, más bien, no hagamos el listado de lo que queremos... No pidamos resultados, ni nos encaprichemos con lo que suponemos que es lo mejor... porque no sabemos qué experiencias son las que nuestra alma acordó transitar con otras almas antes de venir...
Solicitemos que esa experiencia que debemos vivir podamos afrontarla de tal manera que sea para nuestro ¨mayor bien¨, para lo cual podemos pedir que Dios ilumine nuestro corazón a fin de que se cumpla lo que nuestra alma necesita aprender o recordar.
Namasté
Stella Maris
Pulsando en la siguiente imagen, te regalo todas...
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