Corría el año (vaya a saber cuál) en el que yo era bastante chica y visitaba a mi abuela paterna.
En su casa también vivía mi tío Alfredo.
Recuerdo con gran claridad que yo estaba mirando la televisión, y mi tío me ofreció una barrita de chocolate... muy rico... ultra-súper-mega delicioso chocolate...
Llegando a la mitad de la barrita mi tío me pide ¨un poquito¨ del ultra-súper-mega delicioso chocolate. Creo que si explotaba una bomba a mi lado, no hubiese tenido efectos tan catastróficos...
A esa edad uno cree que puede fácilmente engañar a un adulto... por lo que ¨me hice la disimulada que no lo había escuchado¨... La televisión (supuestamente) absorbía totalmente mi interés y yo la miraba fijamente, sin separar mi vista de la pantalla, evadiendo la cara de mi tío, logré tragarme rápido el chocolate con tal de no compartir...
Aún hoy recuerdo su reclamo furioso, insistente y obsesivo.
Cuando yo había terminado de tragar esa dulce delicia, me hizo notar enfáticamente que no era el chocolate su interés, sino que él estaba evaluando mi capacidad (desaprobada) de compartir...
Y así quedé, arrepentida por los siglos de los siglos (amén), analizando ¨mi actitud egoísta¨
Hoy me puse a pensar...
¿Y si las personas o las situaciones no existieran en la realidad y sólo las percibiéramos en nuestra alma para lograr un objetivo? (Sé que un poco loca estoy, por lo que me permito decir cosas que un científico podría rechazar en un segundo)
Después de todo, cuando soñamos estamos convencidos que esa es la realidad... y si alguien ¨nos pellizca¨ sentiríamos el dolor... creyendo que en verdad estamos despiertos...
Por ejemplo: cuando nos enojamos al encontrar gente que piensa o hace cosas que van en contra de nuestro punto de vista... o cuando alguien interpreta algo que no dijimos... o cuando se presentan esas ¨desagradables situaciones que se repiten una y otra vez en nuestra vida¨... o las enfermedades... o la política... o el trabajo... o tantas cosas que no entendemos o que no nos gustan... ¿Quién podría afirmar que realmente existen? De lo único que debemos estar seguros es que para ¨algo¨ vinimos a este plano... Algo tenemos que aprender...
Cuando me voy a dormir siempre analizo lo siguiente:
Ya terminó el día... ¿Acaso hoy fui mejor que ayer?
Y en el 99 % de las veces la respuesta es rotunda: ¡NO!
Y si no fui mejor que ayer, se me va otro día que no aproveché...
Reconozco (sin agrandarme) que desde que llegué esta vez al planeta he mejorado en varios aspectos... pero en el día a día, en la mayoría de las veces, no tengo ningún adelanto...
Soy consciente de eso... y también lo soy de aquellas cosas que aún por pereza me resisto a cambiar...
Volviendo al tema, nadie podría afirmar a ciencia cierta si la gente o las situaciones ¨existen¨... o si simplemente ¨las diagramamos nosotros¨ a fin de aprender algo.
Y si ¨no existieran en la realidad¨ ¿para qué nos enfureceríamos cuando algo no nos gusta? ¿No sería más interesante despegarnos de la experiencia concreta, elevar nuestra óptica y reconocer que aún no aprendimos a cambiar algo en nosotros mismos?
En definitiva no interesa saber si las personas o las situaciones existen o no, lo relevante es que nos ponen a prueba para ver en qué estado del crecimiento estamos.
Quizás mi tío, el chocolate y ese televisor que fue mi excusa para evadirlo, nunca existieron... sólo los creó mi alma para aprender a compartir...
Namasté
Stella Maris
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