Había una
vez un anciano sabio que llegó a un pueblo. La gente lo miró como quien
inspecciona una muestra bajo el microscopio.
El hombre no se percató de tal
cuestión.
O quizás sí, pero no le afectó.
De lejos se
escuchaban murmullos que denotaban mucho enojo en los habitantes del pueblo. El
anciano sabio se encogió de hombros y siguió su camino hasta llegar a una
fuente de agua que salpicaba suavemente sus gotas cristalinas a un par de
árboles añejos y frondosos. El anciano sabio suspiró y se sentó a descansar.
Los
murmullos se oían cada vez más fuertes. Todos los habitantes de ese pueblo
estaban indignados pues habían elegido a quien creían que podría ayudar a
crecer a ese pueblo, pero quedaron defraudados, pues ese ¨líder¨ se había
marchado, llevándose los tesoros que la gente le ofreció para que repartiese en
el pueblo.
Ya nadie
quería ocupar el cargo de líder por la gran responsabilidad que demandaba.
Entonces, sin demasiadas esperanzas, y sin conocerlo, optaron por ofrecer el cargo a ese anciano
sabio, y le dijeron: -¨Sea como sea y sin importar los medios, este pueblo debe crecer rápidamente...¨
Y hasta prometieron entregarle gran parte de lo recaudado, a fin de que siga ejerciendo su liderazgo.
El ¨nuevo elegido¨ explicó a la muchedumbre que sólo podría ocupar el cargo si todo el pueblo
obedecía sus órdenes, trabajando día y noche, para obtener dinero a raudales. Hasta
llegó a afirmar que quienes se cansaran serían expulsados del pueblo para
que sólo queden seleccionados los más aptos. Toda la muchedumbre aceptó tal
condición, pues consideraban que la ¨única¨ manera de que el pueblo progrese, estaba en manos de las decisiones de este nuevo ¨líder¨...
Luego de un
par de semanas no había habitante que pudiera resistir semejante trabajo sin siquiera tener unos minutos para descansar, por lo que decidieron reunirse y reclamarle al anciano sabio
que dejara sin efecto sus decisiones. Él permanecía sentado y tranquilo
mientras escuchaba los furiosos gritos llenos de odio.
Al cabo de
unas horas, cuando todos se calmaron, los miró pacíficamente y les dijo:
-Sólo fui un espejo. Ustedes son
quienes necesitaron un líder así. Yo simplemente me ubiqué en ese rol, para
devolverles lo que pedían ver en mí.
Y les
preguntó:
-¿Para qué necesitan que alguien los dirija?
¿Para ordenarles lo que ya
saben que deben hacer?
¿Para obligarlos a que hagan lo que no pueden?
¿Para
ayudarlos a ser justos repartiendo lo que tienen?
¿Acaso podrían perjudicarse
entre ustedes si no hay alguien que los controle?
Cuando eligieron a aquél
hombre que huyó, seguramente se dejaron llevar por las promesas y la publicidad
que él hizo de sí mismo.
Pero tengan presente que quien verdaderamente brilla,
no necesita hablar de su brillo. Quien tanto grita las cualidades que dice tener, nada de eso posee. ¿Acaso una fruta recién cosechada necesita hacer alarde de sus beneficios?
¡Despierten!
No necesitan
ser gobernados por nadie. Pero si no me creen (o si consideran que aún no están
preparados para gobernarse a sí mismos) llegará
otro hombre, que, a modo de espejo, se ubicará en el lugar que ustedes mismos le
estarán ofreciendo.
Namasté
Stella Maris
El Anciano Sabio, cuento para escuchar...
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